
El sábado escuché a una gitana recitar un poema de tres cuartillas. No entendí una palabra. Su voz era arenosa, hablaba como cualquier otra voz (europea o árabe). La diferencia: un desierto claro.
El martes me despertó un escalofrío rojo.
Mañana puede ser domingo. Empezaremos a rezar con ritmo.
1 comentarios:
los domingos ruge la voz y el trueno
Publicar un comentario