No tenía claro si debía leer en orden los cuentos de este libro.
Desde ayer me sudan las manos. Hace ya una semana.
Como si Córdoba se hubiese llenado de isla:
la sal adherida, la cabeza indomable.
Cruzas la puerta y me sudan las manos.
Sólo diez minutos. Y soy frío y calor.
Yo no sé si esta huída es un principio o un final.
sábado, 22 de junio de 2013
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